viernes, 21 de agosto de 2020

NUESTRO PORQUÉ

Solo a la distancia comprendemos mejor hallazgos, decisiones, escogencias, logros y desaciertos; descubrimos cierto “porqué” con que definir las cosas y definirnos ante ellas. Famosamente, Borges seleccionó un epigrama de Silesius para glosar su visión de la poesía “La rosa es sin porqué, florece porque florece...” La naturaleza  -la rosa en este caso- no requiere de un porqué, pero en el mundo de las realidades humanas, todo ha de poseer un porqué en el cual legitimar tiempo y espacios construidos; capaz de otorgar un sentido a tantos días que parecieron no tenerlo en absoluto. Alguna vez habló Heidegger de la muy humana necesidad de “aumentar la vida”. Cito sus palabras: “Toda vida que se limita únicamente a la mera conservación es ya una decadencia.” Aumentar la vida, por ejemplo, en una vocación donde definirnos frente a la indiferencia del mundo. No tenemos -al menos la inmensa mayoría de nosotros- la potestad de transformar significativamente nuestro entorno, pero sí tenemos la opción de convertir nuestras aptitudes en creación, en identificación de nuestro porqué dentro del mundo.