Somos libres al reconocernos en nuestros actos e ilusiones, en nuestras evocaciones y esperanzas; libres al entendernos en nuestra propia historia identificando en ella una manera de hacer, de comprender y de valorar; libres al entregarnos a nuestra soledad salvándonos, así, de mucho merodeo inútil, de mucha inconsistencia.