Nos relacionamos con el mundo
a partir de la narración que somos: relato de recuerdos, comprensiones,
afectos, ilusiones, convicciones; impregnado de emociones y remordimientos, de tristezas
y alegrías, de desconciertos y certezas; fábula y testimonio hecho con la evocación
de circunstancias e imaginarios definitorios de ese personaje -mitad ficción,
mitad verdad- que somos, que imaginamos ser o nos proponemos ser.
Permanecemos, a la vez, testigos e
intérpretes, guiados tanto por la lucidez como por la imaginación; aquélla nos
permite identificar lo que vemos, ésta nos conduce hacia lo que desearíamos
ver. Será la
autenticidad nuestra principal sustentadora ante todo cuanto nos rodee.