Escojo esas palabras
que pueblan cualquier vida humana y rechazo las otras, las repetidas por
ideólogos vociferadores de letanías destinadas a idiotas conducidos hacia
destinos impuestos. Condeno, también, las voces pronunciadas por ciertos profesionales
de la oscuridad: autores de ininteligibles dialectos enmascaradores de algún vistoso
fraude. Preciso, para mí, las voces vivas: las inteligibles, las transparentes
compañeras de caminos construidos al lado de experiencias válidas y vivaces memorias.