La ciencia comunica al ser humano con los afueras; la
poesía, con él mismo. La ciencia interroga el mundo exterior desde leyes que
–suponemos- lo rigen; la poesía, desde valoraciones y comprensiones
subjetivamente humanas. Las respuestas de la ciencia son exactas e inapelables pero
solo aquí y solo ahora; las de la poesía, son atemporales.