Nuestras verdades:
revelaciones que fueron dibujándose alrededor de algunas personales formas de fe;
comprensiones que surgieron, transparentes, luminosas e irrefutables ante
nosotros. Solemos reconocerlas alrededor de ciertas
palabras definitivas. Alguna vez escribí: “Las palabras felicidad y serenidad
son las del final del camino. Las aprendemos tarde. Saber vivir es saber
pronunciarlas”. Hoy añadiría que para llegar a descubrir esas palabras es
preciso haber reconocido antes otras voces igualmente necesarias: ética,
compromiso, responsabilidad, coherencia, voluntad…