Hay algo de atroz en
la aventura por la aventura misma, en la simplona necesidad
de alejarnos de un aquí en busca de lo desconocido.
Hay algo de triste
en la aventura que es porvenir repleto de distancias y rupturas ante demasiados
puntos de partida.
Hay algo de lamentable
en la aventura convertida en premio de ausencias, de banales indagaciones, de
suma desordenada de intemperies.
Hay algo de estimulante
en la aventura que es certeza de tiempo; confianza en pasos que son signos,
actos y huellas que irán valorándose poco a poco.
Hay algo de apasionante
en la aventura que plantea su propio desenlace muy cercano a una voluntad por
descubrir destinos presentidos.