domingo, 21 de octubre de 2012

JUGAR NOS AYUDA A INVENTARNOS...


Jugar nos ayuda a inventarnos un mundo propio al margen del mundo, un espacio donde somos protagonistas y en el que no cuentan las leyes del afuera. Las normas del juego son creadas por cada jugador y sólo a él atañen. Eso sí, está absolutamente obligado a obedecerlas; de lo contrario, el juego no pasaría de ser una simple distracción, divertimento, despilfarro estéril. Todo juego  dependerá siempre de muy delicados equilibrios entre lo reglamentado y lo arbitrario, entre la urgencia de una meta precisa y la inmensa variedad de posibilidades que puedan conducir hacia ella. La lógica del juego es la contradictoria razón de lo sorpresivo en medio de lo previsible, la de lo azariento por entre lo descifrable. El juego es disfrutable en la medida en que quien lo juega sepa aprovecharlo a plenitud: extrayendo de él todas sus posibles opciones, y aprendiendo siempre de las peripecias vividas. El final del juego llegará cuando el jugador así lo decida, y sólo entonces. En el juego se puede ganar y, desde luego, se puede perder. Gana quien se entrega a su juego enriqueciéndose con la duración de ese tiempo en el cual invirtió fe y entusiasmo. Pierde quien no obedece las reglas que él mismo se impuso, minimizando así la importancia de su esfuerzo y debilitando cuanto el juego hubiese podido darle. Si se juega a conciencia, el juego puede llegar a convertirse en algo sagrado; y el jugador llegar a dedicar su vida toda a esa pasión que lo nutre y lo rescata. 
Hay una cercanía natural entre el juego y la creación artística. En ambas están presentes la experimentación y la búsqueda, la apasionada entrega y las particulares normas, los itinerarios imprevistos y las aleatorias duraciones, las metas tortuosas y las conclusiones inesperadas. El tiempo del juego y el tiempo del arte parecieran, además, bastarse a sí mismos. Son autosuficientes, gobernados los dos por la voluntad de un jugador-artista enfrentado a sus revelaciones y a sus fantasías, a sus recuerdos y a sus ilusiones, a sus ambiciones y a sus aceptadas limitaciones.