Dice
Ortega y Gasset: “El defecto más grave del hombre es la ingratitud. Fundo esta
calificación superlativa en que, siendo la sustancia del hombre su historia,
todo comportamiento antihistórico adquiere en él un carácter de suicidio. El
ingrato olvida que la mayor parte de lo que tiene no es obra suya, sino que le
vino regalado de otros ... al olvidarlo desconoce radicalmente la verdadera
condición de eso que tiene”. Coincido con Ortega: la ingratitud contradice los
más esenciales aprendizajes de la vida: ésos relacionados con nuestra lucidez y
nuestra memoria. La ingratitud sería la negación misma de la memoria. También
su traición: ser ingratos significa traicionarnos a nosotros mismos dentro de
ese camino que estamos obligados a recorrer.