Dice Borges,
citando a De Quincey, que el temor a una muerte repentina fue invención de la
fe cristiana. Morir sin agonía: casi todas las utopías forjaron la imagen
dichosa de una muerte plácida e, incluso, voluntaria; cuando el deseo de morir
-o el cansancio de vivir- llegaba, los habitantes de utopía bebían una pócima
que dulcemente los sumía en definitivo sueño. John Donne en su Biothanatos,
sostiene la tesis del suicidio de Dios. Donne vislumbra la crucifixión de
Cristo como un grandioso acto de inmolación divina. Por su patética
magnificencia, la imagen impresionó a Borges. De su admiración, quedan estas
frases imborrables: "Quizá el hierro fue creado para los clavos y las
espinas para la corona de escarnio y la sangre y el agua para la herida ...
Dios fabrica el universo para fabricar su patíbulo".