Acaso ninguna acción más
arbitraria ni egoísta que la del acto creador. Recuerdo el comentario de Rilke
en la primera de sus Cartas a un joven poeta, cuando habla del sabio “no
comprender” de los niños, capaces de entregarse por entero a su mundo, a sus juegos
infantiles, apartándose de todo cuanto no les interese. El artista, dice Rilke,
es como un niño que ha decidido no entender eso que no le interesa y,
egoístamente, se sumerge, feliz y ajeno, en sus fantasías. Curiosidad del
artista y creatividad del niño; o al revés: creatividad del artista y
curiosidad del niño: las dos espontáneas y genuinas, las dos inocentemente al
margen de cuanto no se relacione con un tiempo vivido a plenitud.