Desde hace más de treinta años
soy profesor. Y si algo he aprendido en todo este tiempo es que dirigirme a
esos estudiantes que son mis interlocutores es algo que no puedo hacer sino
desde esa voz que es la mía: eco de mi camino y de mi memoria. Al hablar a mis
alumnos lo hago desde esas mismas palabras que escribo y he vivido. Creo que la
razón, la inteligencia, la lucidez, la erudición deben hallarse al servicio de
la experiencia de vivir. Me opongo a esos intelectuales que hacen de sus voces
y miradas, códigos, discursos, fórmulas. En lo personal, como escritor y como
profesor, me considero, esencialmente un curioso, un testigo, un
comunicador que hace de su escritura espacio.