Como un presagio, el imaginario de lo apocalíptico ha
acompañado a la humanidad a todo lo largo del siglo XX. La historia del
hundimiento del Titanic no hace sino simbolizar ese imaginario vinculándolo muy
estrechamente a la estúpida soberbia de los hombres absortos ante sus logros; paradoja
de la autocomplacencia que desemboca en la certeza de la fragilidad y en la
convicción del fracaso. “El hundimiento del Titanic –dice en algún momento de
su obra Ernst Jünger- fue el mane,
thecel, phares de nuestro tiempo, la señal de su fin próximo y desastroso
... Las visiones
apocalípticas corresponden al temple del mundo, de naturaleza predominantemente
técnica.”