jueves, 22 de diciembre de 2011

ES YA UN LUGAR COMÚN...

     Es ya un lugar común repetir que cada ser humano posee el rostro que se merece. Hay rostros tempranamente definitivos y rostros interminablemente cambiantes; pero, desde luego, todos evolucionan. Entre el rostro de ayer y el de hoy y el de mañana habrá siempre cambios; cambios que podrían significar transformaciones dolorosas o trágicamente irreconciliables. Quizá uno de los más comprensibles anhelos de cualquier ser humano sea que su rostro pasado y su rostro presente se asemejen; que el tiempo vivido los superponga con gracia y que, armoniosamente, los acerque; que las ilusiones y la frescura de la edad temprana no resulten demasiado estragadas con el paso de los años. Uno de los más naturales sueños de todo ser humano: que el momento final de su vida no señale muy abruptas contradicciones entre el rostro de antes y ese rostro de ahora con el cual enfrenta la muerte. Que la faz final sea la válida y comprensible metamorfosis de un lejano rostro juvenil y nunca su grotesca, su deformada caricatura.