jueves, 17 de noviembre de 2011

TEMOR A LA INMORTALIDAD...

     Jonathan Swift, en Los Viajes de Gulliver, imaginó la inmortalidad como una trágica pesadilla. En un episodio del libro, la describe como decadencia infinita, interminable deterioro de cuerpos seniles que, perdidas todas sus facultades y convertidos en patético despojo, tercamente se niegan a morir. Ante esa imagen terrible, la muerte pasa a convertirse en metáfora feliz de la liberación deseada por todos aquéllos a quienes la vida llega a parecer demasiado larga o hacerse insoportable. La inteligencia cruel de Swift dibujó con terrible ironía el macabro reverso del sueño de la juventud eterna. Quizá, y a pesar de que parezca desearla, el hombre, en el fondo, rechaza la inmortalidad. El imaginario humano abunda en visiones que revelan ese rechazo. Se asocia, por ejemplo, inmortalidad y vampirismo. Criatura de la noche, siempre sedienta de sangre y temerosa de la luz diurna, monstruo de maldad, muerto en vida: el vampiro encarna todo lo que es repulsivo y antinatural. Tal vez en el rostro del vampiro el hombre dibuja su verdadera, su más profunda convicción: la de que una existencia interminable no sugiere sino horror.