miércoles, 21 de septiembre de 2011

ANTE TODO...

Ante todo, la voz del ser de palabras debe apoyarse en la autenticidad. Autenticidad: primera gran verdad, valor esencial del trabajo del ser de palabras; ideal de vida que alimenta, también, la creación; estrechamente relacionadas, vida y obra, en análoga vitalidad y análogo impulso. A la espera de otros calificativos que el tiempo pueda llegar a colocar sobre una determinada obra, acaso sea la de “auténtica” la que mejor pueda definirla en el momento vivo de su creación. Autenticidad de argumentos, de rechazos, de búsquedas; autenticidad, también y sobre todo, de eventuales contradicciones. La autenticidad justifica el espacio en blanco de unos puntos suspensivos previos a ese largo itinerario por escribirse. No todas las obras de todos los seres de palabras merecen trascender; pero, al menos, tal vez sean dignas de comenzar a permanecer las de quienes trabajaron en el elemental propósito de expresar razones y argumentos surgidos de una genuina inquietud. Más allá de los posibles méritos que el tiempo venidero pueda arrojar sobre una obra, la autenticidad hace que ésta se justifique, al menos, en la validez del esfuerzo que significó realizarla.