sábado, 19 de marzo de 2011

BAJO EL SIGNO DEL VIAJE Y DE LO VIAJERO...

Bajo el signo del viaje y de lo viajero, José Manuel Briceño Guerrero, en su libro El laberinto de los tres minotauros distingue viejísimos imaginarios relacionados por siempre con nuestra América. El continente americano, dice Briceño, fue y es lugar de paso, encrucijada de gentes que llegaban provenientes de todas partes del mundo; y que, a veces, permanecían en los lugares nuevos, pero que, otras muchas, regresaban a sus sitios de origen para no volver jamás. “En nuestro pasado ancestral colectivo –comenta Briceño- hay siempre un viaje por mar hacia lo desconocido, una separación voluntaria o forzada del mundo originario.” América, pues, como espacio al que llegaban y llegan seres que vienen de lejos, lugar de destino siempre frágil; o, más que sitio de destino: territorio de paso en el que pululan muchos transeúntes de pasos inciertos y de acciones fugaces poseedores de una ética de lo aventurero y lo transeúnte; moral que hace de lo provisional y mutable rutina y que asume que cuanto rápida y fácilmente llega, rápida y fácilmente también se desvanece; ética del habitante convertido en ser de paso que desdeña los esfuerzos sostenidos y la constancia de los propósitos porque supone sólo se medra en el albur de lo imprevisto y en los aleatorios recovecos del azar; moral que impone la convicción de que lo imprevisible o impensable acechan siempre.