sábado, 2 de octubre de 2010

DOS FORMAS DE ELOCUENCIA

Distinguía Montaigne dos formas opuestas de elocuencia. Una, la del ejercicio lento y solitario de quien escribe para descubrirse y distinguirse en medio de todos los argumentos. Otra, la de quien es capaz de responder eficazmente a lo momentáneo, a lo inmediato, pero cuya respuesta, sin embargo, se debilita en una meditación posterior. Doble posibilidad de la palabra: resultado de un lento y trabajoso esfuerzo que el tiempo logra tallar o rápido producto de una momentánea intuición. La primera es la palabra que concluye en la expresión de pensadores, escritores, filósofos, poetas; la segunda, en la locuacidad de oradores, políticos y leguleyos. En el primer caso, el silencio ejerce una influencia absolutamente necesaria. En el segundo, el silencio es mortal. Para el ser de palabras, el silencio puede convertirse, bien en espacio previo necesario para la expresión, bien en agónico vacío.