miércoles, 20 de octubre de 2010

CURIOSIDAD, INDIFERENCIA

La curiosidad hace de cada individuo un aventurero en pos de sus sueños y sus búsquedas. Es fuerza que lo proyecta fuera de sí mismo más allá de sus ahoras y hasta los lugares donde reside la ilusión; siempre más allá, mucho más allá de la rutina y de la roma cotidianidad. Curiosidad es construcción, avance, suma: todo relacionándose con una interminable necesidad de entender.

Indiferencia es vacuidad y conformismo, pasividad estéril y lejanía. Es, también, inercia, grisura, inconsistencia. Nada positivo podría surgir de ella. La indiferencia rutiniza gestos y pasos, visiones y actos. Iguala rostros y comportamientos. Rasa acciones y destinos. Desvanece iniciativas y descubrimientos. La indiferencia inmoviliza al indiferente clausurándolo dentro de estrechos límites sin escapatoria. El indiferente es un ser desdibujado condenado a la resignación y al desinterés; incapaz de comprometerse, no se compromete porque no cree.

Al curioso le resultaría imposible no esforzarse en responder a las interrogantes que lo acosan. El indiferente, sumergido en la imitación de muchos lugares comunes y muchísimos gestos reiterados, no puede sino permanecer al margen de casi todo, sin que ninguna pregunta llegue verdaderamente a motivarlo. El curioso no cesa de indagar en su tiempo. El indiferente, envuelto por toda clase de estereotipos, se resigna al sinsentido de su tiempo.