La curiosidad hace de cada individuo un aventurero en pos de sus sueños y sus búsquedas. Es fuerza que lo proyecta fuera de sí mismo más allá de sus ahoras y hasta los lugares donde reside la ilusión; siempre más allá, mucho más allá de la rutina y de la roma cotidianidad. Curiosidad es construcción, avance, suma: todo relacionándose con una interminable necesidad de entender.
Indiferencia es vacuidad y conformismo, pasividad estéril y lejanía. Es, también, inercia, grisura, inconsistencia. Nada positivo podría surgir de ella. La indiferencia rutiniza gestos y pasos, visiones y actos. Iguala rostros y comportamientos. Rasa acciones y destinos. Desvanece iniciativas y descubrimientos. La indiferencia inmoviliza al indiferente clausurándolo dentro de estrechos límites sin escapatoria. El indiferente es un ser desdibujado condenado a la resignación y al desinterés; incapaz de comprometerse, no se compromete porque no cree.