Lo que digo al escribir me compromete. Junto a esas voces que
enuncian verdades en las que creo, inclinado a veces a contemplarme con ojos
comprensivos, y otras a convertirme en mi crítico más acerbo, me reconozco en algunos descubrimientos
necesarios. Reconozco, por ejemplo, ser un proyecto legitimado en ciertos actos
y justificado en algunas convicciones.
Reconozco
que a mis ilusiones las acechan, frecuentes, los
desengaños; que la falsa rebeldía me despilfarra en espejos donde se desvanece
mi rostro.
Reconozco que es muy largo el camino de la
ilusión y muy frágiles los pasos del iluso; que cautela y riesgo son actitudes
igualmente válidas en el mismo propósito por avanzar en el camino.