viernes, 30 de abril de 2021

MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD

 

    Desde el tiempo de su creación las universidades fueron lugares de destino; no sitios de paso: asentamientos definitivos para seres empeñados en hacer de la comunicación de la enseñanza a seres dispuestos a aprender de esas enseñanzas la razón de sus vidas. De un lado, el saber y la fe en el saber; del otro, la curiosidad y la sed de conocimiento. Acaso más que un espacio, la Universidad es un símbolo: de inteligencia, de comunicación de conocimientos; también, y quizá sobre todo, de esperanza: en la potestad del saber, en la dignidad del conocimiento.

    En su libro La crisis de la educación Hanna Arendt hace esta afirmación: “las prácticas profesionales en las universidades, aunque tienen algo que ver con educación, son, ante todo, un espacio de especialización”. No estoy de acuerdo: pienso que el papel de una universidad es mucho mayor que ser solo un “espacio de especialización”. Existen en ella diversas etapas asociadas a diferentes propósitos. El tiempo universitario no es homogéneo. Carece de sentido iniciar la vida del joven estudiante bajo la presión de muy tempranos especialismos. El joven que comienza sus estudios deberá empezar por recibir orientación, referencias destinadas a relacionarlo consigo mismo y con la realidad que lo rodea; absorber conocimientos relacionados con el sentido humano del saber. Será luego, en un tiempo posterior, cuando habrán de llegar hasta él un tiempo de especializaciones relacionados con su elegida profesión. 

    A comienzos de la tercera década del siglo XX, Ortega y Gasset publicó una serie de artículos (que luego recogería en un libro) a los que dio por título, Misión de la universidad. En ellos expresaba su visión sobre el sentido de las altas casas de estudios. Comienza por hacerse una pregunta: ¿qué debe un profesor enseñar a sus estudiantes? Su respuesta es contundente: enseñarles a vivir: consigo mismos y con su tiempo. Darles ideas para comunicarse con sus experiencias y con la realidad de ese tiempo que es el suyo.

    Las reflexiones de Ortega comienzan por referirse a una verdad relacionada con cualquier aspecto de la existencia humana: la autenticidad. En el caso de la Universidad, autenticidad implicará ofrecer y exigir aquello que ella puede dar. Por ejemplo, enseñar al estudiante eso que precisa entender como individuo y, también, como ser social

    De nuevo: existen diferentes momentos al interior del tiempo universitario. En sus comienzos, él debería relacionarse, sobre todo, con el acercamiento del joven a su realidad. Enseñarle a ser y a vivir siempre próximo a razones éticas y saberes de humanidad. Enseñarle el significado de su condición humana y los valores que ello le impone -autenticidad, plenitud, coherencia, sensibilidad social. Cito a Ortega: “No hay remedio: para andar con acierto en la selva de la vida hay que conocer su topografía, sus rutas …. Hay que tener una idea del espacio y del tiempo en que se vive”.