Te desplazas apoyado sobre una solitaria intención: jugar el juego, jugar tu juego hasta el final.

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Muchas veces equivocaste tus percepciones ante un entorno impredecible, usualmente ajeno a los vaivenes de tus razones y sentimientos.

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Rehén, siempre rehén de tus intenciones y decisiones…

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Constantemente te esfuerzas por girar alrededor de un centro escogido por ti. Un centro que sea sitio inconfundible, capaz de protegerte de la vulnerabilidad y el temor, de la obsesión y el tedio...

 

             Precisas guiarte por una ilusión de armonía al interior de ese universo que unas veces te apoya y otras te desengaña. 

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Precisaste de mucho camino para entender que la vida no te debía nada en lo absoluto.

Precisaste de mucho tiempo para entender que debías ser más agradecido con la vida. 

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Será inoportuno todo cuanto interrumpa la fluidez de tu tiempo. 

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Solo la lucidez y la memoria te ayudarán a interpretar los altibajos de tu tiempo.

 

            

Te sostiene...

        Te sostiene un propósito de continuidad en tu concepción del tiempo.

Te sostiene tu manera de interpretar tus errores.

Te sostiene tu empeño por entender.

Te sostiene tu perseverancia apoyada sobre acendrados egoísmos.

Te sostienen alicientes, apuestas y unas pocas mitologías personales.

Te sostiene el esfuerzo por acogerte a una urgencia de armonía.

Te sostiene el apoyo de ciertas rutinas.

Te sostiene el empeño por entretejer tu alma con tu entorno.

Te sostiene una intención de lucidez.   

Te sostiene tu manera de dibujar la esperanza  ante un afuera distante, indiferente, ajeno...

Te sostienen algunos imaginarios dibujados por tu memoria.

Te sostienen los esfuerzos que te conducen al lugar que te pertenece.

Te sostiene tu manera de soñar un porvenir y concebir un destino.

Te sostiene tu perseverancia.

Te sostiene un anhelo por dibujar trazos entrevistos por ti desde el comienzo del tiempo. 

Te sostienen ciertas verdades: transparentes, irrefutables, insustituibles...

 

 Desconocías entonces...

Desconocías entonces las circunstancias que habrías de vivir en tu camino. Aún no habías aprendido a callar y todavía deberías corregir muchos tartamudeos y errores. En tu ingenuidad, te refugiabas en espejismos destinados a desvanecerse. No entendías que tus ilusiones deberían, necesariamente, relacionarse con su coherencia. Solo el tiempo habría de ofrecerte respuestas a las que llegarías muy lentamente y junto a laureles y detritus entremezclados en complicada cercanía. La misteriosa ilación de los días nunca dejaría de sorprenderte y terminarías por aprender que cuanto suponías predestinado para ti podría fácilmente deshacerse en muy diversas decepciones.