domingo, 29 de julio de 2012

TIEMPO QUE MUERE...


     Nuestro siglo XX sumó todas las sorpresas imaginables. En barullo vertiginoso, él ha rozado los más diversos límites. Ya en su final, queda para la memoria de la historia futura la imagen de su inmensa desorientación.

     Tras las luces de neón, bajo los cartelones multicolores, se aglomera, larga, la impaciencia. Entre tantos rostros no es posible distinguir ningún rostro. Agobiante urgencia de espacios: con un fin, con un propósito. Nuestro fin de siglo está enfermo de rapidez. Novedad de cada día. Decadencia de lo irrepetible sucesivo. Edificamos y sumamos extravagancias en linderos cada vez más parcos. Proliferamos en hormigueantes metástasis. Somos víctimas de una inagotable celeridad que busca algún sentido.

     Agotada danza de un tiempo que muere. Las horas ahogan a las horas en ya brusco chapoteo. Los dioses cuelgan, inertes, en la bóveda de un cielo auroral. El tiempo se desvanece en instantes siempre iguales a sí mismos. Los interminables relojes han detenido su desasosiego en el centro de un devastado caos. Exhaustos, los protagonistas del viejo tiempo continúan danzando. Burócratas y banqueros, burgueses y políticos, comisarios y profetas, amos y esclavos: todos unen sus manos en el ritual sagrado de las mayorías. Todos continúan la danza al compás de la suma y la estadística, de la cuantificación y el balance, del promedio y el porcentaje. La mortecina luz del amanecer anuncia el fin de la fiesta. Sobre las cabezas de los agotados comensales cae el telón. Las anteriores llamas se han convertido en apenas lumbre, preludio de ralas cenizas. Todas las horas avanzan hacia el último cansancio. La mímica universal del aburrimiento oculta el vacío de un tiempo enloquecido que está olvidando las palabras.

viernes, 27 de julio de 2012

EL ARTE ES SIEMPRE HUELLA ESCLARECEDORA...


El arte es siempre huella esclarecedora; sustancia de tiempo detenido; fijación, en trascendente espacio, del sentido de lo efímero irrepetible; metáfora de algún instante eternizado.

miércoles, 25 de julio de 2012

DICE ORTEGA Y GASSET: "EL DEFECTO...


     Dice Ortega y Gasset: “El defecto más grave del hombre es la ingratitud. Fundo esta calificación superlativa en que, siendo la sustancia del hombre su historia, todo comportamiento antihistórico adquiere en él un carácter de suicidio. El ingrato olvida que la mayor parte de lo que tiene no es obra suya, sino que le vino regalado de otros ... al olvidarlo desconoce radicalmente la verdadera condición de eso que tiene”. Coincido con Ortega: la ingratitud contradice los más esenciales aprendizajes de la vida: ésos relacionados con nuestra lucidez y nuestra memoria. La ingratitud sería la negación misma de la memoria. También su traición: ser ingratos significa traicionarnos a nosotros mismos dentro de ese camino que estamos obligados a recorrer.

sábado, 21 de julio de 2012

PROPONGO UNA DEFINICIÓN DE UNIVERSIDAD...


Propongo una definición de Universidad: espacio donde arte y ciencia se reúnen; lugar donde la labor intelectual se orienta a la comunicación, la investigación, el descubrimiento, la creación. Tras definirla, describo lo que me gustaría que ella fuese: lugar de límites trazados por sueños que son propósitos que son metas, reunión de saberes en los que siempre debería prevalecer la curiosidad y la inteligencia...

martes, 17 de julio de 2012

MUNDO INTERIOR Y MUNDO EXTERIOR...

     Mundo interior y mundo exterior: la palabra los acerca, convirtiendo cada conciencia en comunicación interminable. De lo subjetivo individual a lo convencional colectivo: por un lado, las palabras son signos, y, como tales, fenómenos del mundo exterior; pero, a la vez, son también expresiones interiorizadas por cada ser humano, trazos inseparables de su conciencia. La lengua que me define es la misma que me hace participar de un determinado orden tribal. Divisamos y organizamos cuanto nos rodea a partir de signos que, a la vez que forman parte de lo más íntimo y subjetivo de nosotros mismos, son, también, formas comunes que compartimos con todos los hablantes de nuestra propia lengua. El signo que me pertenece, pertenece también a la memoria de muchísimos otros. Paradoja de la palabra: a un tiempo, señal colectiva y creación individual. 

jueves, 12 de julio de 2012

JUSTIFICAR NUESTRA EXISTENCIA...

     Justificar nuestra existencia, legitimar esa temporalidad que somos; no sólo con nuestros actos sino también con nuestras opiniones, nuestros gustos, nuestros compromisos, nuestras convicciones. Legitimarnos en esa pasión que nos condujo a comunicar algo que sentíamos que nos pertenecía sólo a nosotros, o en ese anhelo de llegar a perdurar más allá de nosotros mismos, o en esa voluntad por nombrar algunos espacios de nuestro mundo interior; e, igualmente, legitimarnos en nuestros diálogos con esas obras de arte que nos conmovieron y nos ayudaron a entender... Creo que en todo esto existe una forma de justificar nuestra existencia.

miércoles, 11 de julio de 2012

HAY LIBROS, DIJO MARGUERITE YOURCENAR...


Hay libros, dijo Marguerite Yourcenar, a los que nos podemos atrevernos hasta no haber cumplido cuarenta años. Libros de palabras atesoradas, libros-diario, libros-espejo, libros-retrato, libros-testigos de nuestras voces y vociferaciones, libros-confidentes del tiempo que nos nombra y que nombramos, libros-cómplices de nuestros días sucesivos, libros-interlocutores, libros-reflejos de experiencias y de actos, libros escritos desde adentro de cada uno de nuestros años.

sábado, 7 de julio de 2012

EL TEMA DE LA GUERRA ES RECURRENTE EN MUCHOS ESPACIOS....


     El tema de la guerra es recurrente en muchos espacios del arte contemporáneo. Recuerdo, de niño, haber devorado una serie de ediciones especiales que la célebre revista Life dedicó, hacia mediados de los años sesenta, al tema de la Primera Guerra Mundial. Mes a mes mis padres compraban un ejemplar de la célebre revista en la que aparecían imágenes de aquella espantosa carnicería. Las fotografías revelaban un mundo de horror: trincheras repletas de barro donde se arrastraban los soldados, dantescos espacios devastados por los obuses, montañas de apilados cadáveres, interminables filas de soldados ciegos a causa del gas mostaza... Muchos años después, en mis estudios de arte, y acaso en muy estrecha relación con aquella remota evocación infantil, me sentí muy atraído por algunas de las obras de pintores alemanes que habían participado en la Gran Guerra. Especialmente, las de Otto Dix, quien había vivido por más de tres años el infierno de las trincheras. Dix no pinta héroes ni la epopeya de la guerra. Dibuja cuerpos destrozados; apenas bultos sin identificar, informes amasijos de uniformes y carne y huesos y sangre. Se detiene en lo más deshumanizador de ésta. Muestra un universo de víctimas. Era la otra cara de la modernidad y del progreso: todopoderosas industrias al servicio de la muerte; producción masiva de armamentos: ametralladoras, obuses, gases... Violencia y horror provenientes de las prósperas fábricas de los países más desarrollados. Dos años después de la rendición de Alemania, en 1920, concluiría su memoria personal de la guerra con una serie de dibujos a los que tituló Mutilados de guerra: excombatientes lisiados obligados a pedir limosna, prostitutas, huérfanos, muchedumbres famélicas.


     En otro espacio artístico, el fotográfico, al pensar en la representación de la guerra, es difícil no recordar a quien seguramente fue su más célebre testimoniador gráfico: Robert Capa. A lo largo de veinte años Capa fue siguiendo la guerra por todo el mundo: en la Guerra Civil Española, en China contra los invasores japoneses, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Independentista de Israel, la Guerra Franco-Indochina... El gran protagonista de las fotos de Capa es siempre el ser humano que padece la guerra y nos dice que no hay versiones dignas en ninguna contienda: sólo el sufrimiento grabado en el rostro de todas sus víctimas. Y el artista sabe, siente, que su papel no puede, no podría ser otro que el de transmitir ese sufrimiento, esa destrucción que evoca o presagia lo apocalíptico.

viernes, 6 de julio de 2012

LA SOLEDAD, EL AISLAMIENTO...


La soledad es -o puede ser- creativa. El aislamiento es estéril, desproporciona los lazos que nos relacionan con el exterior; deforma, en particulares espejismos, la correspondencia del yo con lo ajeno, con el otro. La soledad puede conducirnos al encuentro o el reconocimiento de nuestra palabra; el aislamiento sólo al mutismo estéril: terrible crisálida de monótono acero que termina por clausurarnos dentro de nosotros mismos.

martes, 3 de julio de 2012

POCO ANTES DE MORIR, LOUIS ALTHUSSER ESCRIBIÓ UN LIBRO...

     Poco antes de morir, Louis Althusser escribió un libro: El porvenir es largo. Una autobiografía cuya esencial finalidad pareciera tratar de explicar las complejas y algo surrealistas razones que lo llevaron a estrangular a su esposa. Y por medio de la confidencialidad de una voz que hábilmente se confiesa, este acto terrible pareciera terminar por justificarse. Las páginas del libro se dirigen hacia una meta que el lector percibe como fundamental: la autoaprobación. Althusser claramente lo dice en las páginas finales del libro: su vida toda, todas sus experiencias y padecimientos, todas sus insatisfacciones y contradicciones valieron la pena si, al final de su existencia, le fue posible alcanzar la felicidad y tocar una cierta plenitud. “La vida –dice Althusser- puede aún, a pesar de sus dramas, ser bella. Tengo sesenta y siete años, pero al fin me siento, yo que no tuve juventud porque no fui querido por mí mismo, me siento joven como nunca, incluso si la historia debe acabar pronto”. Como lectores, o sea, como espectadores de esa vida que Althusser muestra ante nosotros, compartimos plenamente la validez de ese expresivo desenlace: “la vida puede aún, a pesar de sus dramas, ser bella...”